Hace ya un año de que Amon Amarth vino a México por segunda vez. Del igual forma, por segunda vez los fui a ver, aunque en distinto lugar. La primera fue en la Arena López Mateos en Tlalnepantla, a la cual también fui. Creo que es imposible olvidar el sentir y el saber de estos dos únicos grandes conciertos a los que he ido. En ambos tuve grandes y distintas experiencias, y con diferentes personas como mis acompañantes. Cómo poder olvidarlos si uno fue mi propio regalo de San Valentín, y el otro fue mi propio regalo adelantado de cumpleaños. Al día siguiente de ambos conciertos seguía tan vivo el recuerdo de su presentación, como lo sigue estando ahora.
Pero la segunda vez fue totalmente perfecta, tanto por el día, las circunstancias, y por mi hermosa acompañante. Ese 10 de Agosto es ya inolvidable, la emoción y la furia se hicieron presentes, la respuesta tanto de la Banda (Amon Amarth) como de la banda (nosotros, el público fanático y asistente) no se hizo esperar y se mostró en sintonía y reciprocidad, al punto de que ambos dieron lo máximo. Tocando las favoritas de nosotros su público, sus rolas se han vuelto verdaderos clásicos del Viking Melodic Death Metal, teniendo la respuesta deseada de los coros y los solos de guitarra, y con Johan Hegg ondeando la bandera de México junto a la de Suecia, conmemorando que en cuestión musical (¡de música heavy claro está!) y profesional ambos países son hermanos, además del hecho de que para Amon Amarth, nuestro país se ha vuelto ya uno de sus favoritos porque los mexicanos se entregan tanto al momento como a quienes los incitan a desgañitarse y dejar su alma en el escenario para bien de todos (motivo por el cual sería encantador que, al igual que otras bandas de gran calibre, saquen a la venta un disco en vivo de algún concierto realizado por ellos, en nuestro país).
Y el desenlace no fue la despedida de la Banda, sino todo el desarrollo del concierto en su máximo esplendor; la explosión de ritmos poderosos, solos de guitarra atronadores, el slam en su máximo esplendor, guitarras crujientes y coros impetuosos que incitaban a más, fueron los elementos necesarios y suficientes que hicieron que este concierto sea de los mejores en cuanto a heavy metal presentado en México para encanto del público aficionado y aferrado a este género.
No lamento la ausencia de Celtic Frost, porque sirvió para que Amon Amarth se luciera más en su presentación, aunque sí me habría gustado verlos, para tener más variedad, sobre todo por el hecho de que la única banda que he visto en vivo es a la susodicha.
Confieso que ese día me quedé con ganas de más, sobre todo de su album The Crusher del cual no tocaron una sola rola, como por ejemplo “Bastards of a Lying Breed”, “Masters of War”, o incluso “The Sound of Eight Hooves”; además de algunas otras como “Friends of the Suncross” de su primer disco, o “Metalwrath” de su segundo disco, ambas que sí tocaron la primera vez.
Con la próxima salida de su nuevo disco en septiembre, u octubre para nosotros los mexicanos, probablemente los tengamos nuevamente en México para el 2009. Y aquí los estaré esperando.
Próximamente publicaré la reseña del concierto del 13 de febrero del 2005, y un repaso a su propia trayectoria. No se los pierdan.
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